el cine dentro del cine

Serge Daney

http://sergedaney.blogspot.com/
"El hilo" de Serge Daney
http://www.brumaria.net/erzio/publicacion/1/14.html

El momento de volver a partir: después del cine, el cine de los sujetos
Jean-Christophe Royoux

(...) “la cultura es un malentendido que tiene éxito”. Contrariamente a uno de los temas más tratados en este último decenio, yo no creo, en efecto, que haya un verdadero tránsito entre el cine y las artes plásticas, como tampoco hubo, veinte o treinta años antes, un verdadero ida y vuelta entre cine y literatura. Se sabe que si al principio el cine ha sido, según algunos, una fuente de inspiración para los escritores, una manera de prolongar la posibilidad de la literatura, fue sobre todo, como decía Marguerite Duras, una manera de terminar con la literatura, de “destruir” a la escritura. No se trata aquí de querer “destruir” el cine; simplemente de reconocer que esos famosos pasajes entre las artes, que tanto nos fascinan cuando son reales, implican verdaderas conversiones, y que de la identificación de esas inversiones de perspectiva puede depender la nobleza del trabajo crítico. Por lo demás, es un fenómeno bastante familiar de la historia del arte de la segunda posguerra que los críticos más perspicaces hayan sido aquellos que supieron identificar con mayor firmeza, dentro de su dominio privilegiado de investigación, los puntos de fragilidad y de tensión en los que el modelo defendido corre el riesgo en todo momento de convertirse en su contrario. El ejemplo más emblemático es, sin duda, el texto de Michael Fried acerca del surgimiento de la escultura minimalista como momento de exacerbación de las contradicciones inherentes a la teoría modernista. ¿Por qué entonces, para “nosotros” que venimos de las artes llamadas “plásticas”, el compromiso de Serge Daney al servicio de cierta concepción del cine debería interesarnos hoy? Para simplificar, podríamos resumir su intención de la siguiente manera: Daney supo hablar, al comenzar los años noventa, no ya del movimiento que se acerca a la imagen, como lo hace habitualmente el que se interesa en el cine, sino de la parte creciente que ha ocupado en los últimos decenios la imagen detenida . A partir de este punto de detención – cuyo primer suceso señaló Daney en Los cuatrocientos golpes (1959) de François Truffaut, de medio segundo precisamente, justo antes de aparecer la palabra fin en la película– se opera un pasaje que no puede ser ya descrito como una transformación interna en el cine para permitirle una nueva prolongación; ese pasaje aparece más bien como una inversión, que Daney, sin creer en “una continuación del cine dentro del cine”, fue uno de los pocos, junto con Jean-Luc Godard, en percibir su carácter ineluctable(…).


(…) “foto y cine”, Serge Daney parece estar concentrado en la búsqueda de “otro tiempo” cuya consecuencia no sería más que la inversión de la relación móvil / inmóvil propia del cine mismo; inmovilidad de las imágenes (que, incluso si se mueven, regresan constantemente, en bucle, sobre ellas mismas, para no hacer otra cosa, de hecho, que permanecer estáticas, y así prolongar desmesuradamente el instante) y movilidad intelectual, mental, y/o física y literal del espectador, a quien se le pide que produzca cierto trabajo que no es incompatible, ni mucho menos, con la distracción. (…)

(…)para esta generación de artistas para la que el cine es ante todo un archivo de informaciones y de sensaciones, de maneras de ver y de mostrar que nos enseña no tanto hacia dónde vamos, sino de dónde venimos(18). Como lo muestra todavía la extendida utilización del found-footage por parte de los artistas, especialmente en Douglas Gordon, el hilo que une la detención de la imagen –en tanto experiencia condensada del mundo, vivida a través del cine– con el archivo sería así el verdadero punto de encuentro contemporáneo entre arte y cine. La memoria del cine puede ser en efecto definida como Archivo del bien común. El cine es el doble registrado del mundo, un continente por habitar. Es una manera de informarnos sobre lo que somos colectivamente, recordándonos de dónde venimos. Es la forma moderna a través de la cual puede definirse una concepción concreta del espacio público, del espacio histórico e imaginario que compartimos, (…)

(…)El “relato” ya no cuenta nada de sí mismo. O mejor dicho, lo que cuenta ya no es disociable de la presencia del espectador en el mismo espacio; movimiento de “ingestión”, de introversión o de introspección vuelta no hacia afuera sino hacia adentro, hacia el que mira. Lo único que queda del relato es el soporte, el medio, el médium de esta tentativa siempre reiniciada de hacer entrar al espectador en el mismo espacio que él, para habitarlo. El cine se expone: una forma (¿hace falta seguir llamándola narrativa?) es instaurada –que ya no es posible llamar historia, salvo por comodidad– en la que la horizontalidad, es decir la inmovilidad y la relatividad, es su condición primera. (…)

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